miércoles, 24 de septiembre de 2008

Errores...

Sì, existen errores de errores, unos que se pueden enmedar, otros que sencillamente cambian todo. Unos que con tan solo un intento bastan, otros... que se acumulan. Errores propios, ajenos.. los peores: los compartidos! Al final de cuenta errores, esos ingratos que nos recuerdan lo imperfectos que somos, lo humanos, lo débiles, lo vulnerables... inclusive lo estúpidos que podemos ser. ¿Quién no se ha equivocado? No importa lo pequeño o lo grande que sea, hasta podrían catalogarse como inherentes al ser humano... errores.

Sin embargo, el tiempo y los errores no siempre se llevan bien. En particular, hoy escribo sobre un cúmulo de errores compartidos, porque yo también me equivoqué y ese saco tan lleno, tan pesado no solo me llegó a resultar incómodo a mí sino también a él. Algunos errores se pudieron enmedar, otros sencillamente cambiaron todo. Y ese todo me tiene envuelta, los ojos no miran igual, la piel no siente igual, el corazón no late al mismo ritmo... una pausa, un antes y un después
y èste después no puede empezar de cero ahora como si nada hubiese pasado. No es rencor, no es odio, sencillamente es un aisalmiento necesario, es la cuarentena de urgencia para un corazón que se cansó de esperar, que se cansó de creer y que se cansó de lastimar. Al final de cuenta este final fue construido por dos... nada peor que un error compartido.

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