lunes, 27 de agosto de 2007

Dos veces mamá...



Desde la noche del 5 de agosto, supo porque lo sintió en la sangre,que de ahora en adelante las cosas iban a cambiar.
Aquellos cabellos blancos, plateados en algunas partes no los volvería a cruzar con sus dedos, largos y afilados. Esa noche mientras recostaba su cabeza en su pecho, supo, porque lo sintió en el corazón, que aquel abrazo sería el último y el inicio de una despedida inevitable.
La noche del 5 de agosto significó el último momento a solas, implicó ver hacia atrás y entender que de ahora en adelante la soledad sería más cruel.
Volver a casa, a una casa vacía, silenciosa sin aquellos ojos miel que la veían curiosa, el consuelo de aquella compañía silenciosa pero cálida al tacto no estaría más. Recordó sus años de niña, cuando aun adormitada aquella mujer de expresión dulce terminaba de cerrarle el suéter del uniforme del colegio tomaba su mano y con la otra tomaba la lonchera para llevarla al bus. Recordó cómo corría presurosa a su regazo cuando algo no iba bien. La noche del 5 de agosto se sintió nuevamente una niña, asustada, con el corazón latiendole a mil, con los ojos llorosos y buscando consuelo en aquel cuerpo tan tibio que emanaba un calor especial, un calor que consolaba... Aquel 5 de agosto decir adiós fue más difícil, no hay manuales que expliquen cómo decirle adiós a una mujer que fue dos veces madre.

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