Nuestra guerra civil,
nuestro letargo
nuestra despedida intermitente
y esta necedad tuya por retenerme.
Esta mudanza interminable
esta piel que mas que huellas tiene cicatrices
el timbre mudo
y la llamada entrante.
Tus ojos que no olvidan mi cara
ni mis oídos que borran tu voz
todo tu cuerpo y el mío
exigiendonos de vuelta y derribando el olvido.
Este ron, este vino,
este mano a mano
la medición de fuerzas
entre mi razón y tu necedad
Que no hay manera de decir adiós
que ni por ella, ni por mi corazón herido
esta sentencia de necesidad eterna
de ti, de mí una y otra vez.
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