domingo, 6 de mayo de 2007

Espejo


De pronto sintió aquellos labios acercarse a su mejilla, la respiración en el oído hizo erizar su piel y mientras las manos empezaron a rodear su cintura las miradas se encontraron. No hubo palabras, no hacían falta. Entreabrió sus labios para recibir los suyos: que grata bienvenida! su labio inferior era tan devorable que fue casi inevitable perderse en un pequeño mordisco hasta que un leve quejido avisó que era suficiente. Con los ojos cerrados varias sensaciones de colores se proyectaron en aquel pronfundo negro, los dedos se enredaron en su cabello mientras los cuerpos se sentían cada vez más livianos. Una leve pausa y ambos se miraron fijamente, sin lugar a más reinó el silencio.

El olor a cigarrillo y aquel beso en el hombro derecho siempre tan tradicional eran el anuncio final, era domingo y la misa había terminado. De pronto ella se levantó y se acercó a la ventana. Miró la ciudad envuelta en lluvia las nubes grises ocultaban el imperdonable sol, de repente una extraña sensación la fue cubriendo poco a poco. Sin razón y sin motivo esa extraña sensación la llenó de una profunda nostalgia. Prendió la radio como para calmar la tormenta interna que empezaba y que no lograba entender. Mientras, él dormía profundamente, él tan tranquilo... tan lejano.
Se tumbó en el sofá viendo al techo. La blancura de la pintura le recordó a aquella ceguera descrita por Saramago, recordó que se puede estar ciego sin estar a oscuras. Reflexión sin sentido pensó y en un intento por huir de sus pensamientos se acercó al que dormía. Empezó a dibujar su rostro con los dedos, se deslizó por las abundantes cejas hasta llegar a la punta de la nariz, en un salto llegó hasta bordear los labios. Finalmente acarició su mejilla y al finalizar, sin todavía encontrar calmada su extraña sensación, se sentó en la cama. Fue allí en ese momento cuando observó la habitación desordenada, y al levantar la vista y ver al frente se topó contra el espejo.
Ahí, en una habitación perdida, a mitad de una ciudad durmiente cubierta contradictoriamente por la lluvia y el calor intenso, vio frente al espejo a una mujer de cabellos oscuros mirada confusa y de labios rosados. La figura de la mujer la sorprendió. Se puso en pie y camino hasta quedar de cerca frente a su propio reflejo sin lograr reconocerlo. Se vió de pies a cabeza, el cuerpo desnudo, el alma también y asustada se preguntó "¿Quién es ella?
Miró la imagen directo a los ojos, desconcertada tocó el espejo y escudriñó su reflejo con mirada inquisidora. Desfiguró su propio rostro con sus dedos como intentando quitar una máscara. Era inútil, era su piel, su cuerpo, su rostro. Era ella, pero tan distinta!. ¿Dónde estaba ella en ese cuerpo? ¿En qué momento dejó de esperar?
De frente había una mujer joven con demasiadas preguntas, el corazón latía aceleradamente, podía escuchar los latidos que hasta habían silenciado la lluvia. Se sentó nuevamente cuando las piernas las sintió vacilar. No dejaba de verse frente al espejo, estaba abstraída, sumergida en una especie de trance. De repente sintió una calidez que acarició su hombro y tomó su mano " ¿En qué piensa?". Todo el universo de ideas y sensaciones fueron atraídas por el espejo, el cual las tragó hasta perderse en un punto diminuto en la pupila de su reflejo. "No pienso en nada".
La habitación se llenó de un extraño silencio. En realidad pensaba en todo, pero el todo era demasiado basto para describirlo y mucho más complejo de explicarlo. "Nada" pareció la salida más corta para el largo laberinto de sensaciones que había quedado adentro.

Horas más tarde, la ciudad parece descansar de la lluvia. Los árboles aun dejan caer gotas que quedaron en su hojas. Las manos, los hombros, los párpados se sienten cada vez más pesados. El tiempo parece contraerse, ha pasado tanto tiempo y tan poco; ya no hay espejos cerca pero el punto infinito está en su pupila amenazando con crecer y saltar de nuevo a la realidad...

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